lunes, 26 de enero de 2015

[AUSTRALIA] Dia 8: Camino a Melbourne

El camino directo desde Goulburn a Melbourne, es de algo menos de 700kms, pero ya que íbamos a pasar el día en el coche, decidimos alargar un poco el camino para atravesar por las montañas, por el parque nacional de Koscuiszko. Así al menos el camino sería interesante.


La primera parada, la hicimos a media mañana en un pequeño pueblo de montaña, llamado Jindabyne. Un sitio tranquilo con una pequeña fábrica de cerveza local, un par de pubs y un puñado de tiendas de deporte especializadas en deportes de nieve principalmente. Seguramente en invierno estará lleno de gente, pero nosotros lo vimos más bien vacío.



Las carreteras de Australia están llenas de carteles de aviso sobre distintos animales, sobretodo canguros, pero no llegamos a ver ninguno... vivo al menos, porque en las autopistas hay bastantes atropellados en las cunetas. Parece ser que suelen salir al atardecer, y entre la mala visibilidad y que los animales se desorientan por culpa de los faros de los coches, la tragedia esta servida.


En general, el recorrido a través del parque es bastante agradable, una carretera sinuosa y estrecha rodeada de vegetación y con paisajes espectaculares. Nos dio pena no tener más tiempo para haberlo visto más tranquilamente y recorrer parte de él a pie.


Llegamos a Melbourne ya de noche y no nos costó demasiado encontrar el hotel, que habíamos reservado online la noche anterior. Habíamos buscado un sitio céntrico y con aparcamiento para evitarnos problemas con el coche, y al meternos dentro, tuvimos que dejar las llaves al responsable porque estaba tan lleno, que directamente había coches que se aparcaban delante de otros y, a veces necesitaban mover unos para sacar otros. Nos dio un poco de reparo, la verdad. Al ser un coche alquilado, no nos hacía mucha gracia que lo pudieran rallar.
Una vez acoplados en la habitación, preguntamos en recepción donde cenar. Una vez más se nos había hecho muy tarde y nos íbamos a encontrar casi todo cerrado a pesar de ser viernes por la noche. La recepcionista, muy simpática, nos dijo que la mejor opción era Chinatown. Allí encontraríamos donde cenar, seguro, y estaba a una manzana del hotel.
Acabamos cenando en un restaurante japonés, situado en un semisótano que nos dio buena pinta desde fuera. Solo había 2 mesas ocupadas, pero ambas ocupadas por japoneses, así que era buena señal. La carta por suerte, estaba llena de fotos de los platos y tenía un montón de platos de sushi para compartir, el problema es que era muy tarde y el que más nos llamaba la atención, una bandeja enorme con un montón de cosas, nos dijeron que no nos lo hacían, que llevaba mucho tiempo, así que pedimos otra bandeja más pequeña y algunos niguiris extra. Cuando nos trajeron la flor, nos sorprendió el grosor de los filetes de pescado, de casi un centímetro. Sinceramente pensamos que serían incomestibles, y fue justo lo contrario, el pescado prácticamente se deshacía de lo suave que era. El mejor sushi que hemos probado, con muchísima diferencia, aunque no hemos estado en Japón aun.

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