viernes, 26 de diciembre de 2014

[AUSTRALIA] Día 4: Sydney

Ni jet lag, ni nada. Tuvimos que hacer un gran esfuerzo para levantarnos a las 8 de la mañana, habiendo dormido 12 horas. Simplemente, el vuelo había sido muy cansado.

Salimos en busca de desayuno y acabamos en una pastelería donde nos compramos un croissant, una napolitana de chocolate (que ellos llaman croissant de chocolate no se muy bien por que) y par de cafés con leche (lattes) para llevar y así poder desayunar en el parque en un banco con vistas a la bahía.
Llama la atención que, sobretodo en los últimos años, Australia se ha convertido en una nación amante del buen comer y los productos gourmet en general y, además de otras muchas cosas, el café es excelente vayas donde vayas. Eso si, como todo en este país, no es barato, un latte de suele costar 3 o 4 dólares (algo más si lo pedimos grande) y un bollo tipo croissant o similar, más o menos lo mismo, pero siempre son de muy buena calidad.

Con las pilas cargadas visitamos la catedral de St. Mary, que tiene un color de piedra y una iluminación de un tono amarillo cálido, lo que la hacen bastante acogedora.

St. Mary's Cathedral
Justo al lado de la catedral se encuentra Hyde Park, un parque tranquilo y bien cuidado que termina en el monumento a los caídos de los ANZAC (Australian and New Zealand Army Corps) desde la primera guerra mundial, el ANZAC Memorial. Además del monumento en sí, tiene un pequeño museo gratuito con una única estancia en la que podemos conocer su historia a través de una pequeña colección de textos, imágenes y objetos.

ANZAC Memorial
Anduvimos un poco más por la ciudad, hasta Darling Quarter. Cuando llegamos allí, empezaron a aparecer "manadas" de personas, muy arregladas, casi todos los hombres con traje y corbata o pajarita y las mujeres con vestidos de noche y tocados. No sabíamos que pasaba, pero una gran mayoría iban al mismo embarcadero y todos los bares del entorno estaban llenos de gente y tenían cocteles de oferta. Despues averiguamos que se celebraba la copa de Melbourne, con 9 carreras de caballos durante todo el día y los australianos son muy aficionados a ellas. Aprovechan la excusa para vestirse elegantemente, apostar y beberse hasta el agua de los floreros.

Cuando nos entró hambre, decidimos ir a comer a la Charlie & Co., una hamburgueseria que recomendaba la guía y a la que nos habíamos quedado con ganas de ir la noche anterior, pero estaba cerrada. Lo que la tarde anterior era un centro comercial fantasma, hoy era un hervidero de gente comiendo y bebiendo.
Nos zampamos unas buenas hamburguesas y unos aros de cebolla enormes y crujientes. Nos pusimos las botas. Nos llenamos tanto, que Ester dijo que necesitaba una siesta así que volvimos al hotel a echarnos una siestecilla, lo malo es que la cama del hotel era enorme y comodísima y sin darnos cuenta nos dormimos ¡4 horas de siesta!

Al salir del hotel, los bares seguían llenos de gente, ahora bastante más "alegres" pero igual de elegantes. Decidimos ir a ver la ópera iluminada por la noche, así que paramos en una tienducha de pakistaníes donde compramos algunos snaks para picotear algo en la propia ópera.

Indigentes digitales
También los bares situados bajo la ópera estaban llenos de de gente y entonces fue cuando descubrimos que la ópera tenía Wi-Fi gratuito y nosotros llevábamos dos días sin conectar a internet y sin comunicar con la familia y amigos. Así que ahí estábamos como indigentes digitales, nos dio igual pasar frío, mientras enviábamos whatsapps revisábamos el mail y demás. La diferencia horaria, además, hace que por la noche sea el mejor rato para comunicarse con España.

Sydney Opera House
Pasamos allí un buen rato y no fuimos muy tarde al hotel ya que teníamos volar por la mañana temprano hacia Uluru, en el centro del país, en medio del desierto rojo.

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